martes, 12 de abril de 2011

Combatir el fracaso escolar: una labor de educadores y padres

Un 30% de los universitarios abandonan sus estudios sin lograr finalizar el grado. El 33 % de los adolescentes no supera el bachillerato (más del doble de la media de la Unión Europea), por lo que el trabajo común entre padres y educadores es un elemento básico para afrontar y superar los altos índices de fracaso escolar.

Según el Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), casi la tercera parte de los alumnos adolescentes de nuestro país (estudiantes de ESO) obtienen calificaciones negativas. Estos datos, unidos a los que reflejan el elevado nivel de absentismo escolar y de abandono, indican la existencia de un alto grado de fracaso escolar que hace necesaria la acción conjunta de las partes implicadas de la sociedad, dejando atrás el prejuicio de que los alumnos con malas calificaciones son “vagos”. El hecho de que haya tantos escolares con dificultades para superar con éxito las exigencias del sistema educativo implica no sólo factores estrictamente individuales, sino educativos, sociales y culturales.
Existe una estrecha relación entre los buenos resultados académicos y la procedencia social, principalmente en dependencia con el clima sociocultural de la familia y el entorno social. Por todo ello, la lucha contra el fracaso en el colegio supone la puesta en marcha de programas globales e integrados que tengan en cuenta las dimensiones sociales, familiares y educativas. Las medidas aisladas o parciales son ineficaces. Se requieren políticas económicas de ayuda y apoyo a los centros que escolarizan alumnos con mayor riesgo de abandono escolar. Los expertos en educación recomiendan un menor número de alumnos por aula, un acceso diferenciado del profesorado y mayores recursos, además de una atención especial a los alumnos que viven en sectores sociales desfavorecidos.
Desde el colegio:
Las instituciones educativas son las que fijan los objetivos de cada ciclo en el sistema de enseñanza, por lo que es necesaria una adecuación real de esos propósitos a cada etapa educativa. Cuando los resultados obtenidos son negativos, la Administración debe analizar las causas que producen el fracaso y corregir las posibles disfunciones estructurales y de contenidos. La limitación de profesores y servicios de apoyo en los centros, el elevado número de alumnos por aula o la falta de formación de los maestros para atender la diversidad de estudiantes son factores que disminuyen enormemente las garantías de éxito.
El colegio es el contexto más idóneo para observar las necesidades de los niños, ya que es el ámbito donde se realiza cada día la acción educativa. Es, por tanto, desde donde hay que paliar el fracaso de los estudiantes atendiendo a su diversidad. La atención personalizada es la premisa fundamental para el buen funcionamiento de la enseñanza. Los departamentos de orientación son una pieza clave que complementa la labor del profesor, ya que cuentan con pedagogos y trabajadores sociales que colaboran con la familia en los casos de alumnos con necesidades educativas especiales.
Es también en los propios colegios desde donde se puede mejorar la calidad del sistema educativo. La escuela y el profesorado pueden contribuir a reducir el abandono escolar. Las expectativas positivas hacia todos los alumnos, la presentación de los contenidos de enseñanza de forma más atractiva y motivadora, además de la especial atención a los estudiantes afectados por problemas, son algunas de las características específicas de los centros con mayor capacidad para reducir el fracaso.
En una situación social en la que el descenso de natalidad comienza a producir una reducción en el número de escolares, las administraciones han de aprovechar esta circunstancia, no para reducir la plantilla de educadores, sino para aumentar los apoyos en las escuelas. Al contar con estas ayudas, los centros podrían atender a la diversidad de alumnos, de manera que los que encuentran mayores problemas de aprendizaje pudieran salir de sus grupos de referencia y ser atendidos en grupos más reducidos durante el período de tiempo necesario para superar las dificultades, transcurrido el cual podría volver a integrarse en su curso.
El profesorado ha de ser el adecuado, con la preparación necesaria y el compromiso de participar en un proyecto común. La labor de los profesores no puede reducirse a la transmisión especializada de saberes, sino al desarrollo de capacidades humanas, lo que requiere un extraordinario esfuerzo de coordinación, diálogo, trabajo en equipo y ayuda mutua. Sin embargo, se puede afirmar que hoy en día los profesores sufren una falta de incentivación, de implicación y de autoridad, sobre todo en los colegios públicos, y esto supone un problema que ha de erradicarse desde el propio gremio y desde la Administración.
La actual situación educativa, donde se han de dar respuestas a las necesidades de los alumnos, tanto desde la perspectiva de los contenidos de enseñanza como desde la labor de integración del niño en la escuela y en la propia sociedad, hace cada vez más importante la presencia de departamentos de orientación en los colegios.
Desde el alumno:
La Educación Secundaria Obligatoria (ESO) implica que todos los alumnos entre 12 y 16 años deben cursarla. Este segmento de edad es crucial en la persona. Es cuando se conforman los rasgos de cada uno y, por tanto, surgen los conflictos más importantes. Se trata de exigir a la escuela que sea capaz de atender, educar, motivar, entretener, formar, enseñar y, sobre todo, titular para no frustrar a los adolescentes.

La escuela no ha de considerar al alumno o a los padres como clientes de un servicio sino como agentes activos de la educación. El proceso educativo debe organizarse de tal manera que el alumno lo perciba como un proceso que tiene una continuidad en los tres ámbitos en que desarrolla su vivencia: la familia, el colegio y sus circunstancias sociales. 

Para muchos de los alumnos el problema llega a la hora de ponerse delante de los libros, organizar el tiempo de estudio y asimilar los conocimientos. Para ello, existen diversas técnicas en función de las asignaturas y de su dificultad. La técnica más importante es entender aquello que se está estudiando y traducirlo a lenguaje coloquial, porque hasta que no somos capaces de explicarnos algo a nosotros mismos, no se lo podemos explicar a los demás. Es lo que se llama 'papilla mental', la materia debe estar masticada. Los tres pasos principales para asimilar la materia son: lectura, comprensión y relación de los nuevos conocimientos con otros anteriores.

Como táctica de aprendizaje para los alumnos, conviene 'ejercer' de profesor de uno mismo y explicarse lo que se acaba de aprender. En la medida en que algo se comprende, se aprende y se puede añadir a ese conocimiento que tenemos otros nuevos conocimientos.

Conservar los conocimientos está en función del interés, la concentración y el entrenamiento de la persona. Además, tenemos que tener en cuenta que las habilidades y conocimientos que son necesarios para poder incorporarse al mundo laboral hoy en día son muy superiores a los existentes hace sólo diez años.

Desde la familia:

Se impone una mayor participación de los padres en la actividad educativa. La relación de éstos con los profesores es esencial para el propio desarrollo del alumno con retraso académico.

Los estudios evidencian que los alumnos con mejores calificaciones en el colegio coinciden con las familias que hacen un seguimiento de sus estudios. El apoyo y la comprensión de los padres son fundamentales en la etapa académica de sus hijos. Los padres deben seguir una serie de pautas para reaccionar a tiempo ante los primeros síntomas de fracaso escolar.

Algunas de las pautas de ayuda que pueden ofrecer los padres a sus hijos para que culminen con éxito sus estudios son inculcar hábitos de estudio desde pequeños, propiciar hábitos de lectura, generar rutinas de estudio, mostrar interés en lo que realizan, reconocer sus logros, etc. 

El rol de los padres es fundamental, ya que son éstos los que deben prestar atención para que su hijo estudie las suficientes horas, y que estudie concentrado, no con la televisión o el portátil encendido.

El medio familiar en que nace y crece un niño determina unas características económicas y culturales que pueden limitar o favorecer su desarrollo personal y educativo. Para muchos expertos ningún factor es tan significativo para el rendimiento escolar como el clima escolar-familiar. La actitud hacia la educación, la cultura y la escuela que los padres sean capaces de transmitir a sus hijos ejerce una gran influencia en el proceso de enseñanza.

El nivel educativo de los padres también influye en la aceptación de la escuela por parte del estudiante. Junto a ello, el ambiente cultural que los progenitores ofrecen a sus hijos ejerce una poderosa influencia en el proceso de desarrollo de la personalidad, la inteligencia y la socialización. La actitud orientadora de los padres en cuanto al trabajo escolar es otro elemento importante en la formación de valores culturales. Sin caer en una vigilancia obsesiva y minuciosa de los trabajos del niño, es necesario una atención sobre sus libros, sus cuadernos y su horario, de tal forma que le ayuden a realizar por sí mismo aquello en lo que encuentra mayores dificultades.







Valvanuz Sánchez de Amoraga y Gómez-Acebo, Licenciada en Psicología y Ciencias del Trabajo, Doctorando en Ciencias Humanas y Sociales, y profesora de Didactia.

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